sábado, 13 de agosto de 2011

Analogía del Espíritu

Imaginemos un actor, que a lo largo de su carrera va interpretando distintos personajes en películas diversas. “Actuará” en comedias, tragedias, policiales… Irá aprendiendo en cada film algo más, para intentar ser cada vez un mejor actor.
No importa cómo haya sido el final de la película, ni si interpretó un personaje relevante o no; si actuó en muchas o pocas “escenas”; si después fue reconocido o no… una vez que la película finalizó, queda esperando una próxima, en la que tendrá una nueva oportunidad.
En ese devenir, desempeñará distintos personajes, distintas interpretaciones, y de cómo las lleve a cabo dependerá lo que sigue; quizás, mejores oportunidades, más responsabilidad.
Cada película marca un final, pero el actor sigue siendo actor; y hasta puede no trabajar durante un tiempo, pero eso no quita que se siga capacitando, aprendiendo de otros, viendo en qué película sería bueno trabajar para aprender algo que seguramente le falte como actor; él tiene la libertad de elegir en cada paso de su carrera.
El actor recuerda todas las películas en las que ha interpretado algún personaje, pero a la hora de una
nueva película, se aboca a ésta completamente; y si está atento a lo que como actor sabe, podrá captar toda esa experiencia en el momento preciso y aplicarla durante la nueva película, para beneficio propio y de los demás.
Supongamos que, a través de las distintas películas, pudo llegar a tener un alto grado de reconocimiento.
Esto no le asegura que de ahí en más siempre será así; deberá revalidar en cada nueva oportunidad, en cada nueva película, su nivel de actor. Claro que a mayor experiencia como actor, habrá menos posibilidad de equivocarse y los personajes serán interpretados con claridad y precisión.
Toda película tiene una función, que llegará a influenciar positivamente a más o menos personas; esta influencia depende de muchos factores: entre otros, debe ser buena, bien llevada a cabo; debe transmitir pautas claras y tratar de despertar el interés de los demás sobre lo que es importante; como vemos, tarea nada
fácil. Muchos actores, en diversas películas, han dejado hermosos mensajes, muchas veces mal interpretados por quienes los han recibido, a veces ni siquiera escuchados y sin que se les diera la trascendencia que merecidamente deberían haber tenido.
Así son las películas: uno a priori no sabe qué va a pasar con ellas; pero como actor que se es, siempre se debe poner lo mejor para que el personaje interpretado cumpla su misión.


Este relato es claro, cualquiera puede entenderlo; y como considero que a través de ejemplos mundanos podemos explicar muchas cosas, estimo que este relato puede graficarnos el espíritu y su andar, si tan solo reemplazamos –en esta analogía- algunas palabras:

ACTOR = ESPÍRITU

PERSONAJE = ROL
PELÍCULA = VIDA
CARRERA = ETERNIDAD
TRABAJAR = ENCARNAR


Lo releemos, entonces, con estos cambios.
Imaginemos un espíritu que, a lo largo de su eternidad, va interpretando distintos roles en vidas diversas.
“Actuará” en comedias, tragedias, policiales… Irá aprendiendo en cada vida algo más, para intentar ser cada vez un mejor espíritu.
No importa cómo haya sido el final de la vida, ni si interpretó un rol relevante o no; si actuó en muchas o pocas “escenas”; si después fue reconocido o no… una vez que la vida finalizó, queda esperando una próxima, en la que tendrá una nueva oportunidad.
En ese devenir, desempeñará distintos roles, distintas interpretaciones, y de cómo las lleve a cabo dependerá lo que sigue; quizás, mejores oportunidades, más responsabilidad.
Cada vida marca un final, pero el espíritu sigue siendo espíritu; y hasta puede no encarnar durante un tiempo, pero eso no quita que se siga capacitando, aprendiendo de otros, viendo en qué vida sería bueno encarnar para aprender algo que seguramente le falte como espíritu, él tiene la libertad de elegir en cada
paso de su eternidad.
El espíritu recuerda todas las vidas en las que ha interpretado algún rol, pero a la hora de una nueva vida, se aboca a ésta completamente; y si está atento a lo que como espíritu sabe, podrá captar toda esa experiencia en el momento preciso y aplicarla durante la nueva vida, para beneficio propio y de los demás.
Supongamos que, a través de las distintas vidas, pudo llegar a tener un alto grado de reconocimiento. Esto no le asegura que de ahí en más siempre será así; deberá revalidar en cada nueva oportunidad, en cada nueva
vida, su nivel de espíritu. Claro que a mayor experiencia como espíritu, habrá menos posibilidad de equivocarse y los roles serán interpretados con claridad y precisión.
Toda vida tiene una función, que llegará a influenciar positivamente a más o menos personas; esta influencia depende de muchos factores: entre otros, debe ser buena, bien llevada a cabo; debe transmitir pautas claras y tratar de despertar el interés de los demás sobre lo que es importante; como vemos, tarea nada
fácil. Muchos espíritus, en diversas vidas, han dejado hermosos mensajes, muchas veces mal interpretados por quienes los han recibido, a veces ni siquiera escuchados y sin que se les diera la trascendencia qumerecidamente deberían haber tenido.
Así son las vidas: uno a priori no sabe qué va a pasar con ellas; pero como espíritu que se es, siempre se debe poner lo mejor para que el rol interpretado cumpla su misión.






2 comentarios:

Fabiana dijo...

Como actor/actriz(en esta película) espero estar dando lo mejor a cada paso. Que el personaje no improvise saliéndose demasiado del guión, del hilo conductual, y que mi carrera, llegue al mejor de los puertos...cualquiera sea el trabajo que me toque. A veces más fácil que otras... ;-)

Manuu dijo...

En este caso, no habría guión que seguir más que el que nosotros elijamos. Como actores tenemos Libre Albedrio y el personaje también porque el guión estará siempre subyugado a la libre elecciön ¡¡A la elección!!